16 de mayo de 2011

Zaragoza, una noche.....

Una noche


De Zaragoza no recuerdo basicamente nada que no sean mis ansias de libertad y mis ganas de crecer y dejar mi casa. Aquel fué el primer viaje que emprendí hacia  mi independiencia, la primera vez que salía de Granada sin mis queridos tutores legales y aunque iba custodiada por una amiga intima de mi "querida" madrastra tuve ganas de beberme la victoria a la que me sabía aquel viaje a sorbos pequeñitos, dulce y tranquilamente.
Fueron 3 días aguantando cenas de lujo, hoteles cargados de maravillas a las que jamás me acostumbraría, aunque pudieran. Yo no tenía más de 15 años, 30 kilos menos y ninguna responsabilidad.

Aquella noche sacaron a la "niña" de fiesta, la media de edad del grupo con el que yo me movía duplicaba la mía. Era la única razón por la que me habían dejado ir. Asi no me metería en lios. El ambiente se me antojaba asfixiante y la conversación aburridamente humana, construida a base de hipocresias alimentadas de sonrisas falsas, palabras falsas y gestos sacados de una película de cine de barrio solo y simplemente para aparentar.
Asi que en medio de la falsa con la que había salido de viaje me encontré metida en una discoteca bizarra llena de puretas cantando "El fari" y "la Macarena". El plan me vencía por momentos, ni siquiera podía permitirme matar mi aburrimiento fumandome un cigarro porque para aquella perfecta y desenfocada gente yo no fumaba, yo no bebía y yo no era más que el producto de la creación de una mujer que aunque no había participado para nada en mi gestación se estaba atreviendo a criarme porque ya se sabe; "lo mala que está saliendo la niña" "la educación que le han dado los abuelos" "es tan rara que solo lee libros y hasta se atreve a responder a sus padres".

Con ese don que había descubierto hace unos años me atreví a preguntar si podía salir, inventandome un amigo de mi colegio que se había mudado a Zaragoza hace unos años, al que me apetecía ver. Lo hice como siempre, cerré los ojos y me vi a mi misma saboreando mi libertad condicional. La amiga de mi madrastra me miró con cara de madre "Ay que ver hija, nos haces salir de fiesta para luego cansarte la primera " me dijo con tono de burla y una risita acompañando la frase. Mi cara fué un poema, mis ojos se abrieron como las puertas de unos grandes almacenes en pleno día de rebajas. Asentí. Con tal de que me dejaran salir del "fiestorro" en el que estaba hubiera aceptado cualquier cosa. Asi que lo siguiente que recuerdo es el viento en mi cara y estar enfrente del rio, pensando lo grande que era y lo bien que me acompañaba el agua en aquel momento limpiando de mi mente el recuerdo de ver a 10 cuarentonas y algun cincuenton bailando "Bomba" de King Africa.

Cuando me cansé del aire y del agua, me propuse hacer algo con la noche. Tras localizar una zona de marcha más acorde a mi generación entré en un pub que me llamó la atención por su nombre "Sola". Siempre odie que el hecho de ser mujer me vetara la entrada a cualquier bar de noche yendo sola. No es que viva en la post guerra, pero ya sabeis, las miradas, los hombres acosandote esas cosas que con 15 años no aguantas si tienes dos dedos de frente. Pero aquella noche, no tenía nada que perder, asi que sola me metí en el Sola, esperando encontrarme al menos conmigo misma.

Me acerque a la barra, sonriendo al camarero que debió preguntarse mil veces si era menor de edad antes de servirme la cerveza que había pedido yo nada más entrar, haciendome la mayor. Saboree la espuma como si fuera la misma gloria y el liquido frio entro por mi garganta resfrescando y barriendo el sabor a nicotina que había dejado la calada al ultimo cigarro que me había fumado. A mi lado estaba el, un chico alto, de pelo un poco largo, ojos verdes y cuerpo de infarto. Que me miraba sonriendo, desde hace ya unos minutos. Aprovecho el minimo cruce de miradas para preguntarme, estupidamente hablando.
-¿Quieres una cerveza?
-Si por eso, he pedido una-conteste intentando parecer divertida pero sonando más borde que otra cosa.
Eso le debió de poner. Más tarde me lo dijo, que lo que más le llamo la atención era que una tía, sin motivo depresivo aparente hubiera ido a tomar una cerveza a un pub sola.
Volví a mirarlo y sonreí, con mis estrenados quince años, mi cerveza en libertad y otro cigarro más en la mano recien encendido que no dude en tirar cuando sus labios se avalanzaron sobre los mios robandome el beso más ardiente que me han quitado jamás...

Lo siguiente que recuerdo es su boca recorriendo mi cuello, en medio de aquella discoteca donde ya nadie más estaba solo, sus manos acariciando la cara interior de mis brazos encendiendo partes de mi que no había descubierto aún. No había palabras, no había porques, ni presentaciones, ni preguntas que no nos iban a llevar a ningún sitio. Ni siquiera sabía si tenía novio o si era de alli. Me sorprendí a mi misma descubriendo que mis manos se aferraban a su cuello, besando esos labios casi de forma desesperada, pegandome a sus caderas como si estuviera agarrandome a una tabla en medio de un naufragio.
Salimos de alli, buscando de nuevo el agua, nos tiramos en el cesped y nos pasamos toda la noche hablando de la vida, besandonos, de los sueños, besandonos, del destino, besandonos, del amor. FInalmente me pregunto si era de Zaragoza y le dije que mi ciudad era Granada, el solo me dijo Caceres. Sonreimos, nos dimos la mano. Volvimos a una discoteca algo más grande, bailemos hasta reventar provocando calores en mas de uno de nuestros compañeros de pista. Recuerdo la música haciendome elevarme por encima de todos los que jugaban a bailar aquella noche sin saber nada de lo que estaba pasando. Dio tiempo hasta que se pusiera celoso, cuando se me acercó un gorila que pretendía ofrecerme amor cuando yo solo quería vida.

Amanecía, yo debía regresar... de camino al hotel me preguntó mi nombre y nos reimos mucho al descubrir que no lo habíamos necesitado en toda la noche. Un chino que pasaba nos vendió una rosa, que guardé durante años en la pared de mi cuarto, hasta que mi descafeinada madrastra decidió que no era normal que una chica de 17 años tuviera una rosa seca en su cuarto. Hicimos todo el camino a pie, sin una gota de futuro, sin ningún peso del pasado. Sin promesas, sin mentiras y sin verdades a medias.
Al llegar me preguntó si no le iba a dar mi número de teléfono, le dije que prefería recordarlo asi, como era aquella noche, perfecto... Sin tiempo que machacara una relación que probablemente no iría a ningún sitio. Le dije que quería tener una referencia de la perfección cuando pensara en aquella noche. Y sonriendo, le di el último beso, mientras le daba las gracias al oido.
-Hasta que nos volvamos a encontrar- me dijo al despedirse.
-Lo mismo digo...-dije mientras me metía en el hotel.

Abri la puerta de la habitación, mi marchosa amiga ya dormía placidamente con un decente pijama de lazos rosas. Pensé en meterme en la ducha pero aún quise disfrutar un poco más de sus besos en mi piel asi que me quedé dormida, dentro de un edredón que no abrigaba mucho, pero con el corazón lleno de un presente tan vivo como sus ojos...

No hay comentarios: