El autobús llega y a lo lejos adivino tu imagen en el fondo del pasillo, incluso pese a estar oscuras. A mi lado, un chico espera a su novia, lo se porque ha estado hablando durante 10 minutos con el colega por teléfono y se lo ha dejado claro varias veces, sin parar de quejarse.
-Joe tronco, si pudiera librarme de venir estaría con vosotros, de cañitas!
Trago saliva pensando en la pobre chica, que viene del trabajo creyéndose que su novio la espera con el corazón y no con la obligación de estar ahí.
Dos minutos más tarde, nuestra espera termina, el ya tiene a su chica y yo tengo te tengo a ti. Sus brazos la rodean y se dan un beso de película. La abraza, la vuelve a besar y se marchan camino a casa. La gente a su alrededor sonríe.
-Son jóvenes- comenta alguien.
-A su edad yo también estaba enamorado-dice un viejo amablemente.
Nosotras nos miramos a los ojos, hace dos días mientras veníamos de Madrid tras pasar la tarde con unos amigos, un neo-nazi que venía en el bus se pasó el viaje intimidándonos con la mirada. Tuvimos que hacer mil piruetas para escapar a la salida y coger un taxi gastándonos parte del dinero que teníamos para esa semana. Así que el miedo hace que nos mostremos cautelosas, al menos ahora que esta tan reciente y la risa enferma de ese pobre diablo aún se asoma por mi mente de vez en cuando.
Dos besos castos en la cara, quizás retrasando un poco el contacto con la piel
-¿Como estás princesa?- te digo, comiéndome las ganas de hacerte un mimo en tu nariz que otra vez viene roja por el frío.
-Bien, cansada, B ha dado mucho trabajo en clase hoy.
Andamos un par de pasos cogidas del brazo, como dos amigas que han salido a pasear. A mi con ir así a veces me basta, prefiero ir de tu mano que en Alcalá es mejor no correr riesgos.
Me cuentas tu día y B ha decidido pintarte la pizarra con crema de manos y hacerte perder más de la mitad de la clase. Las lágrimas se asoman por tus ojos y solo puedo abrazarte timidamente, no vaya a ser que alguna de las pijas madres de tus alumnos pasen por el centro y nos vean. Imaginate, una lesbiana dando clases a sus hijos, a saber lo que piensan hacer después con sus examenes! Igual tienen algún mal pensamiento.
Como cada día, cogemos el camino a casa, mientras apretamos la mano fuerte, dentro del abrigo, un tipo más se queda mirando con cara de mosqueo cuando pasamos por el parque de los Caballos y siento como desde mi estómago sube una bola de fuego, que hace que me plantee si de verdad soy una persona pacífica. Pasa por mi cabeza la idea de mudarnos de ciudad otra vez, porque aunque no vivimos en el centro, tampoco es que nuestro barrio brille por su libertad. Llegamos a casa, llamamos al ascensor y cuando las puertas se cierran nos damos el primer beso de la tarde que dura justo hasta que las puertas del ascensor se abren 10 pisos después. Entramos en casa, por fin libres para ser, sentir y estar nos abrazamos y tu te derrumbas gracias a la graciosilla de tu alumna que una vez más ha decidido que te pagaban para aguantar sus payasadas.
-Ven, mi amor, sientate-te digo bajito.
Nos vamos al sofá y entre arrumacos y mimos nos dormimos, sin querer. El sol nos despierta y una llamada te saca de la rutina habitual. Sin más explicaciones que dos mentiras mal echadas tu jefa te dice que no vayas más. Y sobre nuestras manos llenas de amor y nuestras tazas de café humeantes sobrevuela la duda que siempre nos asaltara ¿Será que al final nos vieron?