El Venizelos está bastante retirado de Atenas en si. Nunca miro el reloj, de hecho una de las cosas que hago alli siempre es olvidarme del móvil y también de la hora, pero creo que debe estar como a una hora en autobús.
Cuando vi la Plaza Sintagma, le di al botón de parada. Y no hizo falta ni preguntar, los Dioses saben que había visto esa plaza en fotos más de un millón de veces. Ya era de noche, noche entrada además, me senté a fumarme un cigarro y antes de hacer el registro en el albergue no pude evitar asomarme a la tumba del soldado, impaciente diréis, pero es que esta a muy pocos metros.
Cogí mi trolebus y me fui a buscar el lugar donde iba a dormir las siguientes dos noches, lo encontré tremendamente rápido. A todo esto he de decir que debía parecer una avestruz de lo levantado que llevaba el cuello buscando ya sabéis que... la joya de la corona, como no... pero no, no la vi.
Me dieron mi llave en un perfecto inglés, la chica era de Manchester y no pude evitar reirme a carcajadas cuando me dieron la clave del WIFI público "Sócrates" ¿Alguien se atrevía a despertarme del sueño? No por favor!
Deje cuatro cosas en la cama y saludé a mi compañera de habitación, que se llamaba... Olympia. Olympia, que cosas. Y así entre Olympias y Sócrates, mandé un par de mails a casa avisando a David que había llegado bien y un beso a mi pequeño Alexander. Algo me hizo saltar de la cama ¿Qué carajo haces perdiendo el tiempo?
Y mochila al hombro, me lancé a la calle...
Me encantaría contaros que a las 3 horas de estar en Atenas, al menos 6 personas me habían preguntado cosas en griego, así que yo iba por la calle andando que no cabía en mi, que no parecía yo una turista ni nada jajajajaja.Me cogí el metro y tenia muy claro mi destino... linea roja, Akropolis.
Sabía que no iba a poder entrar pero estaba harta de ir con el cuello cual avestruz. Así que salí de la estación y allí estaba....
Apenas se veían 2 columnas pero joder allí estaba. Y yo mañana entraría. Me pregunté cuantas personas habrían mirado desde el sitio donde estoy buscando el monte Sagrado, la divina roca que todo el mundo busca al llegar a la capital de Hellas. Sin más me volví a sentar. No tenía nada mejor que hacer que sentarme a mirar esas columnas testigos de la historia de nuestra civilización. El nudo en la garganta reservaba mis lágrimas para otros momentos, que mañana iba a ser un día intenso.
Me dió por pensar que estaría genial compartirlo con alguien, mi teléfono por arte de magia empieza a vibrar y Liz al otro lado. Ni me acuerdo que le dije, pero me alegré mucho que fuera ella quien recibió mi petición universal xD
Me volví a Sintagma y recordé que la Academia debería estar cerca, así que callejeando me topé con tres edificios preciosos que reconocí enseguida. Y me encontré la puerta tremendamente bien guardada por dos de los filósofos que más admiro, maestros siempre. Subí las escaleras y Atenea y Apolo me saludaban, desde dos pedestales gigantes. Columnas blancas e impolutas, gigantes y de nuevo otro vez el pesado nudo okupa que se había atrincherado en mi garganta.
Al rato me acordé que tenía estomago y necesidades vitales y me dispuse a comprarme un souvlaki en un bar cercano. Qué rico! Nada que ver con mis intentos de hacerlo en casa.
Volví andando al albergue, fijándome en la gente, escuchando mis silencios, disfrutando de mi ritmo. Me senté en la terraza y fumandome el último cigarro me pregunté ¿Por qué demonios no has venido antes?
Cuando llegué al dormitorio Olympia ya no estaba y su ausencia me dió la respuesta, el primer viaje debía ser entero para mi, sin nadie más. Sola, conmigo, en casa.
Cogí mi trolebus y me fui a buscar el lugar donde iba a dormir las siguientes dos noches, lo encontré tremendamente rápido. A todo esto he de decir que debía parecer una avestruz de lo levantado que llevaba el cuello buscando ya sabéis que... la joya de la corona, como no... pero no, no la vi.
Me dieron mi llave en un perfecto inglés, la chica era de Manchester y no pude evitar reirme a carcajadas cuando me dieron la clave del WIFI público "Sócrates" ¿Alguien se atrevía a despertarme del sueño? No por favor!
Deje cuatro cosas en la cama y saludé a mi compañera de habitación, que se llamaba... Olympia. Olympia, que cosas. Y así entre Olympias y Sócrates, mandé un par de mails a casa avisando a David que había llegado bien y un beso a mi pequeño Alexander. Algo me hizo saltar de la cama ¿Qué carajo haces perdiendo el tiempo?
Y mochila al hombro, me lancé a la calle...
Me encantaría contaros que a las 3 horas de estar en Atenas, al menos 6 personas me habían preguntado cosas en griego, así que yo iba por la calle andando que no cabía en mi, que no parecía yo una turista ni nada jajajajaja.Me cogí el metro y tenia muy claro mi destino... linea roja, Akropolis.
Sabía que no iba a poder entrar pero estaba harta de ir con el cuello cual avestruz. Así que salí de la estación y allí estaba....
Apenas se veían 2 columnas pero joder allí estaba. Y yo mañana entraría. Me pregunté cuantas personas habrían mirado desde el sitio donde estoy buscando el monte Sagrado, la divina roca que todo el mundo busca al llegar a la capital de Hellas. Sin más me volví a sentar. No tenía nada mejor que hacer que sentarme a mirar esas columnas testigos de la historia de nuestra civilización. El nudo en la garganta reservaba mis lágrimas para otros momentos, que mañana iba a ser un día intenso.
Me dió por pensar que estaría genial compartirlo con alguien, mi teléfono por arte de magia empieza a vibrar y Liz al otro lado. Ni me acuerdo que le dije, pero me alegré mucho que fuera ella quien recibió mi petición universal xD
Me volví a Sintagma y recordé que la Academia debería estar cerca, así que callejeando me topé con tres edificios preciosos que reconocí enseguida. Y me encontré la puerta tremendamente bien guardada por dos de los filósofos que más admiro, maestros siempre. Subí las escaleras y Atenea y Apolo me saludaban, desde dos pedestales gigantes. Columnas blancas e impolutas, gigantes y de nuevo otro vez el pesado nudo okupa que se había atrincherado en mi garganta.
Al rato me acordé que tenía estomago y necesidades vitales y me dispuse a comprarme un souvlaki en un bar cercano. Qué rico! Nada que ver con mis intentos de hacerlo en casa.
Volví andando al albergue, fijándome en la gente, escuchando mis silencios, disfrutando de mi ritmo. Me senté en la terraza y fumandome el último cigarro me pregunté ¿Por qué demonios no has venido antes?
Cuando llegué al dormitorio Olympia ya no estaba y su ausencia me dió la respuesta, el primer viaje debía ser entero para mi, sin nadie más. Sola, conmigo, en casa.
(Y mañana más)